domingo, agosto 09, 2015

El, yo, y un mundo de distracciones absurdas

Y llegó la señora Distracción, con un vestido de gala viejo, el mismo vestido de tantas otras veces. Con olor a polvo, a sexo, a romo, a cenizas, es un vestido tejido de mentiras, largo y pesado, con una cola de fuego frío, inclemente, en su cara brilla una sonrisa solo de colmillos, afilados, de vampiro. 
Me va a chupar todo el tiempo que pueda, ya lo se. 
Agarró mis manos suavemente, me sorprendió con tanta ternura. 
Dejé de hacer... Qué estaba haciendo? No lo recuerdo ya. 
Solo oía en mi cabeza "don't say you want me, don't say you need me" mientras miraba fijamente la pared, blanca, casi sin pestañear, sintiendo su implacable presencia que se desparramaba por todo el piso.
Ella es una nube densa, un fantasma. Un abismo.
Me suelta las manos y comienza despacio a desambular en mi habitación con su perfume a rosas rojas y eucalipto. 
- Quiero hacer nada, pues nada me parece excitante - le digo.
Ella me sonríe con sus colmillos. 
Eso es lo que ella hace, que uno lo deje todo por la nada.
Que olvidemos el tiempo y que lo recordemos como un agujero negro que todo se lo traga...
Y por supuesto en ese momento 
pensé en como había transcurrido la semana. 
Había volado con mis ansias, con mis preocupaciones superficiales, con mi agenda de actividades, con mis tareas de vendedora, con mis metas de hija mayor, con mi calendario arrugado lleno de manchas de cafe y migas de pan.
Pensé en los días y en como los estoy engullendo con desesperación.
Me duermo y me despierto agitada, sin descanso. 
Reconociendo el milagro de que aún estoy presente. Con hambre de lobo.
- Quiero carne, quiero carne... - dice una voz extraña dentro de mi.
El pensamiento piraña de que todo se acaba, de que no tengo nada, de que no importa al final lo que haga 
sencillamente coexisto con todo y con todos por igual, 
aún esté aquí o me vaya; 
esos pensamientos me están consumiendo. 
Qué debo hacer? 
Que tengo que hacer? 
Cual es mi papel 
en esta obra? 
Siento que me pierdo. Que estoy perdida hace mucho. 
Una perdida irremediable del sentido de existir o también podría interpretarlo al revés, por fin entendía el sentido, el verdadero punto de todo: simplemente existir. 
Estar aquí.
Y así me encuentro, rompiendo mi cara en todos los espejos, 
me bebo yo misma como agua en el desierto.
Comencé a llorar despacio. De nuevo.
Algo me esta doliendo mucho por dentro.
Las lagrimas rodaban tranquilas y silenciosas por mi cara y por mi cuello, algunas estrepitosas cayeron 
sobre mi camisa de seda.
Distracción se había escurrido por alguna puerta o ventana y solo me había dejado una sensación de mierda, de impotencia, de locura.  
Mi alma, a oscuras, 
pataleaba 
asustada 
en el fango.
Necesito, necesito, necesito algo. Algo que desconozco.
Los ruidos de los carros en la calle me llegaban tenues y había comenzado a llover un poco. Algunos minutos pasaron y el sol volvió con sus espadas amarillas, arremetiendo con fuerza contra aquellas débiles gotitas. 
Imagine un pequeño arcoiris. 
Imagine que lo abrazaba con fuerzas. 
Imaginé que nunca se iría.
Pobrecita. Me vi a mi misma como una niña pequeñita, indefensa entre tantas emociones gigantes.
La sequía continuaría. 
Había muerto la madre de un amigo.
Se había suicidado el ex novio de una amiga.
Había muerto el feto en el vientre de otra amiga.
En las noticias vociferaban acerca de muchas otras muertes. 
Personas que eran importantes para otras personas. 
Desaparecían.
Pero al final seguimos viviendo, viviendo... 
Y otros van naciendo, naciendo...
Yo sentía culpas de estar en mi cuerpo y de poder llamarlo a el para echar el mejor polvo del mundo. 
No merecía tanta felicidad. 
No merecía seguir siendo tan joven.
Aunque quizás si, justamente por eso, por ser feliz con tan poco.
Si, lo único que quería era llamarlo a el. Gritar su nombre como una loca en cualquier calle.
Encontrarlo de casualidad. Subirme corriendo a su montaña.
Besarnos con rabia, como si no hubiera un mañana. Dejarnos la boca morada y entrar uno dentro del otro como si nada, sin ninguna pretensión. 
Estar ahí. Justo ahí.
Ni mas allá, ni mas acá.
Sin esperar, sin apresurar, casi sin movernos. 
Solo estar ahí.
De solo pensarlo senti que me derretía, que algo en mi se humedecía. 
Mi cuerpo 
se abría.
En mi corazón latía 
rapidamente un sentimiento.
Como una bomba de tiempo, tic, tac, tic, tac, tic, tac...
Va a explotar en cualquier momento. - Prepárate - me dije a mi misma.  
El se irá y se llevará lejos todos sus besos con hielo. Su cuerpo perfecto.
Sus ojos de cielo.
Todo va a estallar. 
Y me tocará recogerme en mil pedacitos, destruida, muerta de amor, 
me arrastraré entre los escombros, buscando mis fragmentos, pequeñas sobras de mi cerebro 
quizás, quizás
logre reconstruirme de nuevo.