Hace mucho debi prenderlo todo en fuego.
Inclusive su ropa de loco, sus chanclas llenas de lodo, su almohada babeada de sueños.
Pero yo aterrizo siempre un poco tarde y con dificultades extremas: siempre muere el piloto y los pocos pasajeros que van conmigo. Todos mueren, mueren, mueren.
Y el queda.
Con su lengua dura y seductora de paz.
Con su voz y sus canciones de cuna.
Con sus manos de cavernicola y sus pies de pato.
Siempre volveré a su cama y a sus brazos.
Con el descanso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario