Siempre mirando, ahi estaban petrificados
con uniformes rancios
y escopetas viejas que nunca habían funcionado
y hambre
un hambre del diablo
con cara de miedo y sueño
y eterno cansancio
y eterno cansancio
protegiendo propiedades y ambiciones de otros
que no tenían tiempo
y mucho menos cojones.
Quien sabe?
Quien sabe?
Pero ellos ahí estaban
tenían que estarlo
afuera,
lloviendo y con el sol picando,
de noche y de día
a la hora de todos los cumpleaños
todos los días, sentados o parados
cayéndose de lado
viendo el tiempo arrastrarse por los bordes grises de las rueditas chillonas
de las mochilas
de los niños ricos que pueden ir a la escuela.
de las mochilas
de los niños ricos que pueden ir a la escuela.
Con una radio pequeñita pegada de las orejas
que vociferaba bachatas y noticias
catastróficas
de los robos impúdicos de telenovela
de todos los políticos
y los anuncios de Coca-Cola, y de Tesaka
la resaca, y de La Pela, ni se diga, ese si lo repetían… y del super salón miguelina,
la que te convierte el pelo malo en santo,
la que te vuelve una mujer fina…
Y entonces se acordaban de sus mujeres y las llamaban con una recarga de 25; los mismos 25 pesos que la doña de la 2da planta le había tirado por la ventana, por subirle la compra.
A veces las mujeres no respondían las llamadas y las maldecían
celosos pedían una chatica
de ron blanco
de ron blanco
para olvidar todo
para que llegará otro día
y así en la madrugada susurraban una balada despacio,
mirando, mirando, esperando que pasará algo
mirando, mirando, esperando que pasará algo
se quedaban dormidos por ratos, hasta que una bocina
o la luz de alguno de los carros
que había llegado,
que había llegado,
le abría a fuerza
los ojos.
los ojos.
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